Esta semana pasada nos llamó despacho una persona que tenía un problema de protección de datos. No se trataba de un cliente. Un emprendedor que estaba iniciando su actividad (menos de tres años) tuvo un problema con un ex empleado. Este despedido denunció a la empresa con todo lo que pudo. Hacienda, Seguridad Social y protección de datos.

Cómo digo, se puso en contacto con nosotros para que actuáramos por la denuncia ante la agencia española de protección de datos. Es evidente que no teníamos información de la empresa ya que no era nuestro cliente. A marchas forzadas le solicitamos toda la información que requeríamos para iniciar el contraataque.

Nos pusimos en contacto con la agencia española de protección de datos para ser sus interlocutores, así como con el denunciante y su abogado.

Después de analizar la información y contrastarla con su abogado, la denuncia se retiró, ya que no había suficientes indicios para respaldarla.

Contentísimo con nuestra tarea, el emprendedor nos pagó religiosamente la factura que le presentamos y ahora ya es cliente.

Pero no me gusta. Le cobramos 10 veces más del precio anual. No me gusta. Si ya hubiese sido cliente le hubiera resultado gratis.

Ahora se da cuenta que cumplir con la normativa de protección de datos, no impide crecer en el negocio y prospectar para hacer nuevos clientes.

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